Os podría hablar de una antigua leyenda, la de un joven labrador que se enamoró de una gitana que bajaba a por agua a esta fuente. También de un verano muy cálido en el que dicen, vieron a cinco alienígenas con resaca bebiendo agua del pilón. Pero no. Hoy os voy a contar una historia sencilla que me ocurrió hace bastantes años.
Faltaba poco para navidad, y todo el pueblo, como era normal en aquellos años, estaba cubierto de nieve. Aquella tarde llegué a mi casa al salir de la escuela, ya anocheciendo, y mi madre me dijo que se le había olvidado comprar azúcar y Tulicrem para las meriendas, así que me dio diez duros en una moneda, y me mando “anca la Flori”.
Yo bajaba deprisa, con la moneda guardada en el pequeño bolsillo del pantalón. Cuando llegué a la tienda, la moneda no estaba. Por aquel entonces, 50 pesetas era bastante dinero en una familia humilde, así que me di la vuelta deprisa y desanduve los pasos, ahora mucho más despacio, removiendo con las manos, casi a oscuras, en cualquier huequecito de la nieve…
A veces, cuando subo por estos escalones, me acuerdo de aquel día, y el frío que llegué a pasar hasta que los encontré; porque los diez duros aparecieron por fin, hundidos en la nieve cerca del pilón de la fuente. Ya no volví a por el Tulicrem y el azúcar, le dije a mi madre que habían cerrado. También le dije que no tenía ganas de merendar.
Miguel Ángel Marquina
Fueron diez duros bien duros.Grande Miguel.
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